Las emociones desempeñan un papel esencial en
nuestra conducta, personalidad, y carácter. Al relacionarnos en nuestro entorno
social, nos damos cuenta de su relevancia y de su influencia directa o
indirecta en nuestras vidas.
Existen muchos factores que evocan emociones
y alteran nuestro estado de ánimo, los cuales tienen orígenes psicológicos,
físicos, sociales, y relativos a las relaciones interpersonales, además de los agentes
externos, de los cuales forma parte el sonido.
El sonido anticipa estados anímicos en los
humanos que predeterminan nuestra forma de actuar porque es una forma de
percibir al mundo que nos rodea, el cual dependiendo de sus condiciones, influye de forma negativa o positiva en nuestro ser.
Hay momentos en los que la gran variedad de
sonidos que percibimos a nuestro alrededor despierta ciertas emociones y
sensaciones, y esto a su vez repercute en nuestras actitudes cotidianas, de
forma que nos sentimos felices, relajados, calmados, o entusiasmados cuando
escuchamos sonidos agradables como la melodía de una canción; o bien, nos
sentimos tristes, frustrados, estresados, cansados, nerviosos o irritados con
sonidos desagradables o ruidos molestos como los que los automovilistas causan al
tocar el claxon en medio del tráfico.
Justificación
El propósito de esta investigación es ayudar a comprender la importancia
del sonido que hay en nuestro ambiente, y como este modifica ciertos aspectos
de nuestro estado. Debemos entenderlos para que sus efectos nos ayuden a
mantener un estado de ánimo estable, un carácter apropiado, una mente sana y
relajada, así como buenas actitudes a lo largo de nuestra vida cotidiana.
Hablamos de fenómenos que están presentes todo el tiempo y es importante para
todas las personas, ya que tanto el sonido como las emociones son elementos
esenciales durante las veinticuatro horas del día. .
Los sonidos que son producidos por el ambiente exterior influyen las emociones,
las cuáles se ven directamente afectadas en nuestro estado interior, eso es debido
a que están ligadas y relacionadas continuamente, lo que causa que a la larga, tomemos
posturas diferentes que finalmente repercuten en nuestras acciones y en nuestra
forma de relacionarnos socialmente en nuestro medio.
Es muy relevante tratar el conocimiento de la naturaleza y la difusión
del sonido porque el ser humano es notoriamente
susceptible a todos ellos. Vivimos en entornos que no siempre están bajo
nuestro control, y por lo tanto no siempre podremos controlar totalmente lo que
con nuestros oídos percibimos, sin embargo, podemos aprender a distinguirlo y manejar sus efectos conscientemente,
buscando una manera en la que los sonidos que nos resulten más agradables nos
ayuden a contrarrestar el efecto perjudicial de los que nos resultan más
molestos. Según el Dr.
Dean Ornish, (2010), fundador y presidente del Preventive Medicine Research Institute y Profesor de la Clínica Médica de la
Universidad de California en San Francisco, los sonidos son poderosos y tienen
una influencia notable:
“En el
relato bíblico, los muros de Jericó se derrumbaron cuando sonaron las
trompetas. Cerca de casa, cualquier persona que haya asistido a un concierto de
rock sabe que el sonido puede influir en nuestras emociones. Diferentes sonidos
pueden alterar nuestro estado mental de formas ponderosas. Algunos de ellos,
como la música militar de campo de batalla o los cantos dirigidos por animadoras
en partidos de fútbol, nos hacen sentir agitados o agresivos. Otros sonidos,
como una cascada o una canción de cuna, son relajantes. Estos sonidos influyen
en nosotros, aún cuando no hay una palabra o significado literal asociados con
ellos”.
Los sonidos actúan en el
ser humano y claramente terminan ocasionando cambios anímicos. Estos influyen tanto
de forma individual, como en un grupo de personas, teniendo la capacidad de mejorar
una condición y predisponer un comportamiento o estado más conveniente o
viceversa. Tomemos como ejemplo un estudio realizado en
mayo del 2006 por la revista científica Journal
Of Advanced Nursing, el cuál trató a pacientes que sufrían dolor crónico
con una terapia de música clásica. Los resultados demostraron que aquellos que la
escucharon diariamente presentaron una reducción de dolor del 21% y
experimentaron 25% menos depresión y menos incapacidad en comparación con los
que no lo hicieron. Esto indica que el sonido de la música clásica puede
afectar el cerebro favorablemente, levantar el estado de ánimo, mejorar la
percepción del dolor, y ayudar a la recuperación de un estado físico y emocional
más sano.
De
acuerdo con The National Institutes of
Health (NIH), Agencia Nacional de Investigación Médica y parte del Departamento
De Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos, “la música afecta a la parte del cerebro que controla la relación entre
el sonido, los recuerdos y las emociones, en la corteza media prefrontal”.
Según el Museo de Ciencias de Philadelphia en Pennsylvania, The Franklin Institute (2004), los
ruidos fuertes o intensos repentinos evocan una reacción de alarma que alerta
el organismo causando a veces una respuesta de miedo que prepara a nuestro
cerebro para luchar o huir en caso de ser necesario.
La presente investigación pretende explorar la relación entre distintos tipos
de sonido y sus efectos o consecuencias en nuestro estado anímico y emocional,
y la manera en que se desarrolla este proceso;
por lo tanto está dirigida a todas las personas interesadas o dispuestas
a adquirir y aplicar este conocimiento de forma beneficiosa en su vida
cotidiana, creando consciencia del papel trascendental, y la relevancia que el
sonido y sus repercusiones tienen en nuestro estado emocional. El fin que busca
este proyecto pretende también explicar la manera progresiva en que se relacionan
estos fenómenos tratando conocimientos y citando diversos estudios ya
comprobados al respecto. La aportación que ofrece esta investigación es examinar las derivaciones
que el sonido ejerce en espacios como el aula de clases, estudiando la reacción
que causan tanto los sonidos irritantes como los agradables en el estudiante y
el docente. En ese sentido, esta investigación sin duda alguna es innovadora,
ya que no hemos encontrado ningún tratado serio de habla hispana que explore la
forma en que los sonidos de nuestro entorno modifican las emociones humanas e
influyen en la conducta de las personas.
Por último, consideramos que otros proyectos
que podrían surgir a partir de éste debido a su estrecha relación y similitud
con el tema en cuestión, serían: la naturaleza del sonido, el efecto de las
emociones en la conducta, el control del sonido, el control de las emociones,
la influencia de los factores ambientales en nuestros estado de ánimo, la influencia
de factores externos en el estado anímico, la modulación del sonido ambiental,
la salud emocional, la relación entre las sensaciones y el comportamiento,
entre otros.
Objetivos de la Investigación
- Establecer las relaciones causales entre los
sonidos y las emociones.
- Identificar la forma en que los efectos del
sonido provocan sensaciones y estados emocionales, que son tanto beneficiosas
para la conducta, como causantes de sensaciones indeseadas que pueden provocar afecciones,
problemas de actitud, o comportamientos negativos en nuestra vida.
- Describir algunos ejemplos del uso del sonido
y sus resultados beneficiosos en determinadas situaciones transitorias de la
vida.
Preguntas de la investigación
- ¿Qué es el sonido?
- ¿Cuántas clases de sonidos hay y cuáles son?
- ¿Cuáles son las fuentes del sonido?
- ¿Qué es una emoción y cómo se origina?
- ¿Cuál es la diferencia entre emoción y estado
de ánimo?
- ¿Cuál es la diferencia entre emoción y
sentimiento?
- ¿Qué es una sensación?
- ¿Qué es el comportamiento humano y cómo se
origina?
- ¿Cuál es la relación entre el sonido y las
emociones?
- ¿Cuál es la relación entre el sonido y el
comportamiento?
- ¿Cuál es la relación entre el sonido y la
conducta?
Marco referencial
El sonido es un fenómeno vibratorio,
transmitido por la propagación de ondas a través de un medio elástico como el
agua o el aire (Podcomplex.com, 2011).
Siempre que escuchamos un sonido, hay un cuerpo que vibra y lo produce, y un
medio por el que viaja, por ejemplo, cuando una persona habla, el sonido que
emite es producido por las vibraciones de sus cuerdas vocales y transmitido a
través del aire; al tocar una guitarra, sus cuerdas vibran y emiten ondas que
se propagan por el aire. Estos cuerpos se llaman fuentes sonoras, que al vibrar
producen ondas que se propagan en el medio material (sólido, líquido o gaseoso).
(thinkquest.org, 2011). Al entrar en nuestro órgano auditivo y penetrar en la membrana
sensible del tímpano, dichas ondas producen vibraciones que causan sensaciones
sonoras. Las ondas son producidas por variaciones de presión, y al ser captadas por nuestro
oído, este envía la información al cerebro causando la percepción del sonido. No
todos los sonidos son percibidos por el humano; solamente aquellos que se
nombran audibles, cuya frecuencia comprende entre 20 y 20,000 Hz. En cambio,
los sonidos inaudibles que son imperceptibles para el oído humano, se dividen
en infrasónicos y ultrasónicos; los primeros de baja frecuencia (entre 2 y 16
Hz.) y los segundos, de alta, (más de 20,000 Hz.), por encima del espectro
audible (hear-it.org, 2010). Hay distintas clasificaciones del sonido de
acuerdo a su naturaleza. Según su percepción, los hay audibles e inaudibles,
según su tono, los hay agudos y graves, según su armonía, los hay armónicos e inarmónicos,
de los cuales la música es un sonido armónico y el ruido es el sonido
inarmónico (tpub.com, 2011).
El ruido está constituido por el conjunto de sonidos no deseados, fuertes,
desagradables o inesperados. El ruido ambiental se desarrolla enormemente en zonas
urbanas, y llega a constituir la llamada contaminación acústica. Ruidos como
los causados por el tráfico, y las actividades industriales y algunas
recreativas, perjudican a la larga las emociones y los estados de ánimo de las
personas. Los efectos del ruido pueden variar de un individuo a otro, sin
embargo, un tratado de la OMS de 1996, El
Ruido En La Sociedad: Criterios de Salud Medioambiental, señala que el
ruido e incluso los sonidos infrasónicos, pueden tener una serie de efectos
nocivos para las personas expuestas al mismo, como alteraciones del sueño, problemas
fisiológicos ya sean auditivos, o no auditivos, tales como interferencias en la
comunicación o problemas cardiovasculares.
El problema generalmente consiste en tres elementos interrelacionados, la
fuente, el receptor y el medio de transmisión. El ruido puede ser continuo o
intermitente, de baja o alta intensidad, y puede resultar molesto de escuchar o
no. Desde que un sonido es indeseado, lo llamamos ruido. (Noise Control, 1981,
pág, 67). J.J. Rousseau, en su
obra Dictionary of Music (1775, pág.
356), comentó que “el ruido posee la
misma naturaleza del sonido, pero no es en sí más que una multitud confusa de
sonidos que se escuchan a la vez, y que en cierta manera, entorpecen sus
ondulaciones mutuamente”. La violencia de las vibraciones y mezcolanza de
tantas y diversas resonancias, causa un efecto incómodo en nuestras emociones.
Emoción se define como un fenómeno psicofisiológico que representa un modo de adaptación
a estímulos ambientales o internos. Las emociones pueden alteran la atención,
la memoria, e incrementar el rango de ciertas conductas. (Levenson, 1994, pág.
126). Pero “emoción” no es lo mismo que “sentimiento” ni “estado de ánimo”.
Antonio Damasio, neurólogo de la Universidad de Lisboa, en su libro El Error de Descartes (2006, págs. 151-155), trata la diferencia entre emoción y
sentimiento; “Las emociones son un conjunto complejo de respuestas químicas y
neuronales que forman un patrón distintivo”. Estas respuestas son
producidas por el cerebro cuando detecta un estímulo, es decir, cuando un
objeto o acontecimiento, real o rememorado mentalmente, desencadena respuestas
automáticas. En cambio, “Los sentimientos
son la evaluación consciente que hacemos de la percepción de nuestro estado
corporal durante una respuesta emocional”. Por otra parte, la sensación, es
un procesamiento sensorial, una recepción de estímulos mediante los órganos
sensoriales. Primero es la sensación, y luego la emoción. De acuerdo con D. Goleman,
La Inteligencia Emocional (1995, pág.
66), la emoción es el estado afectivo que experimentamos, una reacción
subjetiva provocada por sensaciones ante el ambiente, que viene acompañada de
cambios orgánicos (fisiológicos y endocrinos) de origen innato, influidos por
la experiencia o situación. Estos se distinguen sutilmente del estado de ánimo,
que es una emoción generalizada y persistente que influye en la percepción del
mundo. Como ejemplos frecuentes de estado de ánimo tenemos la depresión,
alegría, cólera y ansiedad (Bruno F.J., 1997, pág. 49).
En términos generales, los sonidos u ondas sonoras son aquellas situaciones o
experiencias percibidas por nuestro oído que causan ciertas sensaciones, que son
procesadas por el cerebro, lo que estimula una reacción particular (o emoción)
que a su vez, al persistir con el tiempo, suscita un estado de ánimo, el cuál
influye directamente en la conducta. El físico, psicofisiólogo, ingeniero eléctrico, inventor y analista de
IBM, Dan Winter, en una entrevista con el diario español La Contra, (2009) lo explicó de la siguiente forma: “Los estados anímicos enmarcan las conductas
desde las cuales realizamos nuestras acciones, mientras que las emociones
tienen que ver con la forma en que respondemos a los sucesos (…) lo que empezó
como una emoción ligada a un determinado acontecimiento, puede a menudo
convertirse en un estado de ánimo, si dicha emoción permanece con la persona el
tiempo suficiente y se hace parte de su marco conductual.”
Es importante definir que conducta, en psicología y en biología, se
considera el comportamiento o la manera de proceder observable que tienen las
personas, en relación con su entorno o mundo de estímulos. La actitud en
cambio, no es observable, pero el comportamiento humano si lo es, y se ve influenciado
precisamente por las actitudes y las emociones, entre otros factores.
Mark Jude Tramo, fundador del Harvard’s
Institute for Music and Brain Science, (harvardmedicine.hms.harvard.edu, 2002)
comenta sobre la relación entre el sonido de la música y las emociones: "Sabemos, que la relación entre los sonidos y
las emociones tiene una base anatómica. Las células nerviosas en la corteza
auditiva se conectan a las células nerviosas en la corteza temporal medial, que
controla la memoria y las emociones. Esas células nerviosas, a su vez, se
conectan a otras partes del cerebro que regulan la frecuencia cardíaca, presión
arterial, y la respuesta inmune."
El efecto benéfico de los sonidos
agradables, por ejemplo, el de la música clásica, ha sido demostrado ya por
cientos de estudios alrededor del mundo, y de la misma forma, se ha demostrado
el efecto negativo del ruido en el estado anímico.
El ruido excesivo puede causar estrés. El estrés es provocado por los ruidos de
más de 85 decibeles. Ejemplos de tales ruidos, son las motocicletas, cortadoras
de césped, motores a reacción y música a todo volumen. No sólo la contaminación
acústica aumenta el estrés crónico, también puede afectar la cantidad y calidad
del sueño, que también puede causar estrés crónico (medspain.com, 2011).
Diversos investigadores alrededor del mundo se han puesto a trabajar para usar
el sonido como un tratamiento para mejorar la salud mental y emocional de una
persona. Ejemplo de ello es el Ing. especialista en audio, y músico, Don Knox
de la Universidad Caledonia de
Glascow, Escocia, que en 2010 inició un proyecto para tratar a pacientes con
dolor crónico por medio de la música. El comenta que “el impacto de una pieza de música en una persona va mucho más allá de
pensar que un ritmo rápido puede levantar un estado de ánimo y uno lento puede
bajarlo. La música expresa emociones como resultado de muchos factores y estos
incluyen el tono, la estructura y otras características técnicas de una pieza."
Esto es porque algunas personas perciben algunos sonidos desagradables,
mientras que otras no. Rousseau conceptualizó a la música ensordecedora y
confusa meramente como “ruido” “donde se
escucha más el fárrago que la armonía y más vocería que canto”.
¿Porqué algunos sonidos nos disgustan a unos y a otros no? El proyecto Bad
Valbe de la Universidad de Salford (2010) en colaboración con EPSRC, de
Inglaterra y el Museo de Ciencias e Industria de Manchester se ha dado a la
tarea de buscar la respuesta a la pregunta, estudiando el fenómeno utilizando
una encuesta online que a la fecha ha sido contestada por de 40.000 personas. Basado
en un catálogo de sonidos, el proyecto nos dice que “el disgusto por ciertos sonidos es una emoción muy fuerte que puede ser
causada por lo que vemos, olemos, tocamos, saboreamos y escuchamos.” A
pesar de que no ha habido mucha investigación al respecto, “una teoría dice que el disgusto, se piensa,
puede presentarse como un método para evitar la enfermedad, pero además hay que
tomar en cuenta que hay un fuerte componente social de por medio (…) Depende
mucho del contexto, Si usted tiene control sobre el ruid tiende a ser menos molesto, si tiene miedo o repulsión de la fuente,
tiende a ser más molesto“ (sound101.org, 2011).
Conclusión
Como es de esperarse, aún se siguen usando diversos métodos para combatir los efectos de la
contaminación auditiva y mejor la condición humana por medio de la producción
del sonido. Los sonidos corrompen y purifican, estresan y tranquilizan, hastían
y cautivan, causan un montón de sensaciones que pasan a ser emociones con un
poder lacerante o estabilizador. El conocimiento de la correspondencia de estos fenómenos permite mejorar la
condición de los mismos, y la forma en que afectan la realidad. Las emociones producen cambios generales momentáneos en nuestro ser, y
representan las reacciones a eventos o situaciones significativas para nosotros.
El poeta William Wordsworth en su poema “The Fountain” (1923) escribió “Mi corazón se agita sin hacer nada, por el
mismo sonido en mis oídos. Que en aquellos días yo había oído.” En 1602, William Shakespeare escribió en Twelfth
Night que “Si la música alimenta al amor,
hay que seguid tocando”.
Un estudio del 2001 de la Southern
Methodist University, de Dallas, Texas, parece apoyar la afirmación de
estos escritores, pues los investigadores descubrieron que escuchar música
clásica aumentó la emotividad en las personas, quienes no sólo fueron más
expresivas y efusivas con sus comentarios, sino también más claros. Si los
sonidos tienen una gran influencia, han de ser modulados con sabiduría y
precaución para mantener o estimular el equilibrio. Como dijo William Shakespeare
en Twelfth Night (1602): “si el sonido de
la música alimenta al amor, hay que seguir tocando”, y si es beneficioso
como un instrumento sano de regulación, debería ser comprendido y usado en
favor de la vida.
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