Ensayo
crítico sobre la lectura “EUA: Síntesis
de su historia: El mundo colonial inglés”
por Omar García Pérez
“Cualquiera que escribe sobre historia,” dice Howard Zinn, “se ve forzado a escoger entre un número
infinito de datos: qué presentar, y qué omitir. Y esta decisión inevitablemente
refleja, sea conscientemente o no, los intereses del historiador.” Esta no
es la excepción con el texto en cuestión, y creo que tampoco con nuestros
propios comentarios y reacciones ante el mismo. No obstante, me parece necesario
decir que la lectura, a mi parecer, parte de una visión excesivamente uniforme
u homogénea que es presentada desde una visión bastante unilateral. Entiendo que
se trate de una síntesis, pero, desde mi punto de vista, hay momentos en que la
tendencia sintética de la narrativa se presenta con un estilo superficial, poco
aclarativo, que llega a generalizar, a mezclar y a omitir ciertos datos y
detalles que al no ser mencionados en su pleno contexto temporal, podrían
conllevar al lector a formarse estereotipos culturales inexactos. Muchas
afirmaciones del texto tendrían que ser sujetas a revisionismo histórico y
deberían al menos dar una referencia local, pero como no pueden abarcarse
todas, mencionaré solo algunas cosas que podrían resultar importantes y valiosas
para tener un panorama un poco más completo e imparcial sobre la vida cotidiana
en las trece colonias.
Cultura y vida cotidiana
Al hablar de este apartado, habría
que hablar también de la heterogeneidad y la cierta diversidad de la gente que
vivía en las trece colonias. Esta imagen, por su puesto, distaría mucho de la
inmensa diversidad que se podría percibir hoy en día en Estados Unidos, pero si
se toman en cuenta los registros históricos, deberíamos asumir que al menos dos
tercios de las colonias (Washburne; 1993:5-6) no eran poblaciones regidas por
un estilo de vida timorato y excesivamente melindroso, frecuentemente asociado
al arraigado estereotipo del puritano, del cual Bremer (2009:1) comenta:
“La relación entre fe religiosa y cultura
política desde hace mucho ha sido un elemento básico del discurso.
"Puritanos" y "puritanismo" son términos que probablemente
se invocan en tales discusiones, a pesar de que son referencias a materias
religiosas de siglos antiguos. Sin embargo, el puritanismo es una de las partes
menos entendidas de la herencia de Estados Unidos y la Gran Bretaña. La palabra
"puritano" puede que se asocie con lo "mujigato",
"reprimido sexualmente", "prohibicionista", "fisgones
entrometidos", etc; el tipo de cosas que llevaron al crítico social del
siglo XX H. L. Menckwn a definir el puritanismo como el "miedo de que
alguien, en algún lugar, pueda ser feliz." La imagen de los puritanos como
teócratas, regicidas, cazadores de brujas, asesinos de Indios, y buscadores
intolerantes de herejías desde hace mucho se ha entrincherado en la cultura
popular. La mayoría de estas cosas son distorciones, si no esque absolutas
falsedades, aunque estereotipos que están profundamente embebidos.”
El tema ha sido tratado por
diversos autores, y si se investiga un poco más a fondo, se podrían llegar a
identificar diferencias importantes, que sin duda harían de las trece colonias la
población con mayor diversidad cultural de su época:
“La población de las trece colonias, aunque principalmente
anglosajona, era probablemente la población más mezclada que se podía encontrar
en todo el mundo. El sur, teniendo cerca de 90% de esclavos negros, ya mostraba su composición histórica
blanca y negra. Nueva Inglaterra, principalmente plantada por los migrantes
Puritanos originales, era la que mostraba menos diversidad étnica. Las colonias del centro, especialmente Pennsylvania recibieron la mayor masa
de posteriores migrantes blancos y presumía una impresionante variedad de
personas. Fuera de Nueva Inglaterra, cerca de la mitad de la población era
no-inglesa hacia 1775. De los 56 firmantes de la Declaración de Independencia
en 1776, 18 no eran de origen no-inglés, y 8 de ellos no habían nacido en las
colonias.” (Kennedy,
Cohen & Bailey; 1998:90-91)
“Estados Unidos es una nación de inmigrantes” es un dicho que aplica
desde los inicios de esta nación. Al tomar en cuenta que la primera gran ola de
migración se ubica precisamente en los tiempos de las colonias, y que “incluso entre los pobladores europeos de las
trece colonias fundadoras existía la diversidad” (Washburne: 1993:5),
tendríamos luego que decir que las particularidades geográficas y lugares de
origen bien debieron haber influido para determinar la variedad en hábitos de
la vida cotidiana y ciertas costumbres en distintos lugares. Por ejemplo, las
bebidas fermentadas que se consumían, eran hechas a base de granos como el
maíz, el vino de frutas diferentes, o incluso se optaba por el té que era una
de las bebidas favoritísimas de una proporción de colonos (Fajardo, 2012:11).
En Vida en la América Colonial, un libro completamente dedicado a
tratar el tema de la vida cotidiana en las trece colonias, se señala al
respecto:
"Habían definidas diferencias
regionales en las tres zonas. Cada una tenía diferentes ambientes naturales y
agrícolas, con diferentes elementos económicos, religiosos y culturales… cada
región sembraba diferentes tipos de cultivos, cazaba diferentes especies de
animales para alimentarse, construía diferentes estilos de casas, tenía
diferentes maneras de adorar a Dios, y resaltaba distintos sistemas de valores”
(Kubesh,
McNeil & Bellotto (2008).
Se podría admitir, por lo tanto,
que indudablemente algunas colonias eran más homogeneizadas y otras eran más
heterogéneas que otras; pero es difícil creer, como plantea el texto, que la
vida cotidiana de una población que recibía 7,000 inmigrantes al año y conformó
1.6 millones de personas de todas las nacionalidades (Hazen, 2000:18), mantuvo
posturas fijas y estáticas en su forma de vida, que sólo se cambiaron con la
influencia de una salvadora ilustración francesa.
La inclinación al pragmatismo o
al utilitarismo, a una cultura armada o una pacífica, a la diversión o a la
austeridad, al legalismo impositivo o a la búsqueda de ideales democráticos,
fueron cosas que a mi parecer no se desarrollaron unilateralmente y
aisladamente, sino que tenían que ver tanto con distintas experiencias y
vivencias geográficas, como con distintas tradiciones o convicciones, ideales o
creencias de una multitud de idiosincrasias, de las cuales, unas resultaron más
populares que otras.
Las percepciones de los roles
familiares y sociales de las personas también creo que fueron moldeadas
dependiendo del grupo étnico o la doctrina religiosa que se tratara en
cuestión. En el caso de los cuáqueros, por ejemplo, las mujeres gozaban más
libertad de la usual y podían llegar a ser ancianas de la iglesia (Kalman &
Walker:6). Los inmigrantes alemanes y holandeses, que no habían conocido la ley
común inglesa, permitían más control sobre las propiedades de mujeres y más libertad
de su elección dentro del matrimonio (Berkin: 1997), y en el caso puritano,
aunque la tradición era que las mujeres fueran sujetas y se comportaran con
frugalidad estando imposibilitadas de participar en actividades eclesiásticas, Anne
Hutchinson rompió drásticamente con el esquema al convertirse en una popular
líder religiosa de lado del teólogo Roger Williams (Gridd & Mancal:60).
Por otro lado, la tajante
pretensión de que en las trece colonias “no existía el concepto de adolescencia
en absoluto”, y de que los niños, desde sus 7 u 8 años, debían trabajar tan
duro como los demás adultos, es algo que ha sido puesto debatido y puesto en
tela de juicio por académicos serios. Aunque es indudable que seguramente el
concepto de esta etapa de transición entre la niñez y la adultez no era el
mismo que en la actualidad, el historiador Ross W. Beales (1975), experto en la
historia de Estados Unidos, desafió la dicha tesis en un valioso ensayo que ha
llamado la atención de historiadores que ahora aceptan y defienden la
actualizada posición (Hemphill, 1999:236; Monaghan, 2007:409, Bunge 2001:303). Vale
la pena citar el comentario que Philip J. Greven hace al respecto:
“El ensayo resultante, uno de los artículos que ahora
son más frecuentemente citados en la historiografía de la infancia, confrontó
la hipótesis largamente sostenida de que "los colonos Americanos...
consideraban a sus hijos como 'adultos miniatura' y no reconocían ninguna etapa
de desarrollo como la adolescencia del siglo veinte." Desde Alice Morse
Earle a Michael Zuckerman, Beal sostuvo, los historiadores habían ubicado, de
manera casi universal, demasiado énfasis en rígidos retratos familiares y duros
sermones puritanos, e ignorado la evidencia hogareña...
Al final de su breve estudio sobre literatura y publicaciones sobre la niñez colonial, Beales concluyó que "las nociones de 'adultez miniatura' y ausencia de la adolescencia en la Nueva Inglaterra colonial, son, en el mejor de los casos, exageraciones." La mayoría de los historiadores están de acuerdo. Ahora creemos, con Beales, que la juventud colonial sí experimentaba una " 'adolescencia' prolongada" o "juventud", durante la cual alcanzaban la mayoría de edad de una forma que era apropiada para su espacio y tiempo.” (Greven, 2006:230. Véase Greven, 2006:107).
Al final de su breve estudio sobre literatura y publicaciones sobre la niñez colonial, Beales concluyó que "las nociones de 'adultez miniatura' y ausencia de la adolescencia en la Nueva Inglaterra colonial, son, en el mejor de los casos, exageraciones." La mayoría de los historiadores están de acuerdo. Ahora creemos, con Beales, que la juventud colonial sí experimentaba una " 'adolescencia' prolongada" o "juventud", durante la cual alcanzaban la mayoría de edad de una forma que era apropiada para su espacio y tiempo.” (Greven, 2006:230. Véase Greven, 2006:107).
Respecto a la colaboración de la
educación, la religión y la ciencia que se logró en las colonias – y en épocas posteriores
– ha de reconocerse que esto es algo
que se dio gracias a que el mismo esquema científico e intelectual era
presentado, usualmente, armonizado con la religión cristiana. A excepción de
una pequeña minoría deísta que se mostraba hostil al papel del cristianismo, y
otra minoría deísta que se mostraba tolerante, hubo personajes como Francis
Bacon, Robert Boyle, e intelectuales prominentes de Europa que revaloraban y
defendieron tanto el valor de fe cristiana, como el de la razón.
El mismo Isaac Newton, en efecto,
enseñó a los colonos “que el universo es
un lugar razonable gobernado por leyes naturales”, pero también publicó
escritos teológicos en los que llegó a hacer un profundo estudio de profecías
bíblicas, y defendía la fe en Dios, en términos como los siguientes:
“La gravedad explica los movimientos de los planetas,
pero no puede explicar quién estableció a los planetas en movimiento. Dios
gobierna todas las cosas y sabe todo lo que es y lo que puede ser hecho. Este
bellísimo sistema del sol, los planetas y los cometas, solo podría proceder del
consejo y el dominio de un Ser Inteligente. Y si las estrellas fijas son el
centro de otros sistemas; éstos, formados por su sabio consejo, deben estar
sujetos todos al dominio de Uno.”
[Philosophiæ Naturalis Principia Mathematica, (1713); (cit. en Tiner 2006:30)]
Por otro lado, John Locke elevó
el valor del empirismo y pregonó una doctrina que hiciera caso omiso de las
“verdades establecidas”; y sin embargo, él mismo publicó una apología de la fe
cristiana y la revelación divina, titulada “La
racionalidad del cristianismo como se muestra en las Escrituras” (1695),
donde escribía:
"Todas estas verdades, enseñadas por Dios, ya sea
por la razón o por la revelación, nos son de gran utilidad para iluminar
nuestras mentes, confirmar nuestra fe, avivar nuestros afectos y demás. Y
cuanto más vemos de ellas, más vemos, admiramos y magnificamos la sabiduría,
bondad y misericordia y amor de Dios, en la obra de nuestra redención... Todo
lo que encontramos en la revelación del Nuevo Testamento, siendo declarado en
la voluntad y en la mente de nuestro Señor y Maestro, el Mesías, a quien hemos
abrazado como nuestro rey, estamos obligados a recibirlo como cierto y
verdadero, o de otro modo, no seríamos sus súbditos." (Locke, 1695: A Second Vindication of the
Reasonableness of Christianity: X)
Por principios como tales a los
que se adherían dichas figuras, no es de sorprenderse que hayan sido bien
recibidos en universidades como Harvard y Yale hayan sido fundadas por
religiosos que querían promover el cristianismo (Valmyr, 2009:64). A pesar de esto, hay que
preguntarse si realmente la mayoría estadounidense tenía acceso a una educación
superior como esto, o bien, solo una minoría.
Esto nos adentra al último tema
que se tratará en este ensayo, que es el de la religión más abierta o dispuesta
a alcanzar mayor grupo de personas, expresada en el Primer Gran Despertar. Desde
sus comienzos las colonias mayormente se impregnaron en una tradición
protestante, y en Estados Unidos surgieron una cantidad de denominaciones tan
diversas que, poniendo mayor o menor énfasis en ciertas y distintas doctrinas o
teologías, demostraron una creciente expresión de la diversidad religiosa. El
escritor y teórico político Edmund Burke, escribió que “todo protestantismo, incluso el más frío y pasivo, es una forma de
disidencia; pero la religión más predominante en nuestras colonias del norte es
una refinación en el principio de la resistencia, es una disidencia de la
disidencia, y el protestantismo de la religión protestante.”
Como bien se menciona en el
texto, figuras clave para el movimiento fueron Jonathan Edwards y George
Whitefield, y el movimiento pietista surgió como un llamado a enfocarse más en
la piedad del creyente, que en los debates teológicos. No obstante, creo que
sería muy importante aclarar que la doctrina de John Wesley y Whitefield
diferían en uno de los aspectos más controversiales de la teología, y su
esencia contradictoria no les permite entenderse como una misma: mientras
Whitefield y Edwards defendían la predestinación, John Wesley, era uno de los
principales detractores de esa doctrina, y en su lugar abogaba por el arminianismo,
doctrina cristiana, asociada con el holandés Jacob Arminio, que rechazando el
calvinismo y exhaltaba el papel del libre
albedrío en cuestiones de salvación. Esta división, de hecho, causó en
Connecticut una gran ocurrencia de sismas en los que los arminianistas del Gran
Despertar se separaron de iglesias calvinistas (Bonomi: 1986:162–68). Este
tema, desde aquellos tiempos, ha separado a gran cantidad de denominaciones
contemporáneas en Estados Unidos y en el mundo; muchas de las cuales, habría que
reconocer, por elección no optan por creer en el calvinismo que nos dice que hemos
sido condenados desde el principio o que
ya tenemos un destino manifiesto; sino, más bien, por un arminianismo que expresa
que Dios nos dio la libertad de elegir, tanto a americanos, como a no-americanos;
libertad de elegir el buen destino que la voluntad de Dios quiere para todos.
Bibliografía
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- Carol Berkin (1997). First Generations: Women in Colonial America. Macmillan.
- Canny, Nicholas; The Oxford History of the British Empire: Volume I: The Origins of Empire. Oxford University Press
- Fajardo, Anika (2012). The Dish on Food and Farming in Colonial America. Fact finders: Life in the American colonies. Capstone. ISBN 9781429664929
- Grigg, John A.; Mancall, Peter C. (2008). British Colonial America: People and Perspectives. ABC-CLIO
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- Kalman, Bobbie; Walker, Niki (2002). Colonial Women. Colonial People. Crabtree Publishing Company. ISBN 9780778707493
- Kennedy, David; Cohen, Lizabeth; Bailey, Thomas. 2008. The American Pageant: Volume I: To 1877. 14° ed. Cengage Learning. ISBN 9780547166599
- Kubesh, Katie; McNeil, Niki; Bellotto, Kimm (2008). Life in Colonial America. In the Hands of a Child. Project Pack. HOCPP 1234
- Locke, John (1695). The Works of Johh Locke, Vol. 6. The Reasonableness of Christianity As Delivered In The Scriptures. Online Library of Liberty
- Monaghan, E. Jennifer (2007). Learning to Read and Write in Colonial America. University of Massachusetts Press.
- Philip J. Greven (2006). Children in Colonial America. New York University Press (NYP). Ed. Por James Marten. ISBN: 9780814795804
- Tiner, John Hudson (2006). Exploring the World of Physics. New Leaf Publishing Group. ISBN 9780890514665
- Valmyr, William (2009). Christianity and Culture. Xulon Press. ISBN 9781607919414
- Washburne, Carolyn Kott (1993). A Multicultural Portrait of Colonial Life. Marshall Cavendish. ISBN 9781854356574
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